Alguien llama a
la puerta- Julio Cortázar.
Para muchos,
para demasiados países de América Latina y el Caribe, el año que acaba de
terminar ha sido horrible. Si la cresta de la ola de sangre se dio en
Nicaragua, el panorama de terror, de represión y de desprecio a los derechos
humanos siguió afirmándose y perfeccionándose allí donde lo más espectacular s
e había consumado en años anteriores; en Chile, en Uruguay, en Argentina. Abalanzo
limpio o con las sordinas de mecanismos más refinados, los regímenes
dictatoriales han seguido pisoteando todo aquello que les parece libre,
democrático y popular.
Desde luego, la
triste ley de la fatiga y del olvido adelgaza las memorias de quienes
necesitaran para indignarse las hormonas diarias de la TV y los periódico; los
muertos no hablan, desde luego, los presos tampoco, y la gran mayoría de los
exiliados se pierden poco a poco en los diferentes países extranjeros donde les
toca sobrevivir en la tristeza y la nostalgia.
Por cosas así,
me reconfortaba poder decir que ese siniestro año 1978 se cerró a pesar de todo
con algo que entrará en este nuevo año con una fuerza de combate y una gran
esperanza. Me refiero concretamente a le creación de HÁBEAS, fundación para los derechos humanos
de las Américas, nacida de una iniciativa del novelista Gabriel García Márquez
y financiada por él en su primera etapa. Con sede en México y patrocinada por
un grupo de personalidades de diferentes
países latinoamericanos y del Caribe, Hábeas se propone luchar por lo que su nombre indica y que el diccionario define claramente: “Hábeas corpus, derecho de todo
ciudadano, detenido o preso, a compadeceré inmediata y públicamente ante un juez o tribunal para que, oyéndolo,
resuelva si su arresto fue legal o no legal”.
De sobra sabemos
que diversos organismos y asociaciones nacionales e internacionales combaten
desde hace años por la misma causa, y que su acción tiene mucha más eficacia de
lo que imaginan los escépticos o los indiferentes. Para quienes se interesan
por lo que está ocurriendo en Argentina, en Chile o en Uruguay inter alía, la labor de cuerpos como
Amnesty Internacional, las diversas ligas de defensa de los derechos humanos,
el Tribunal Bertrand Russell, la Comisión de Helsinki y muchas otras
asociaciones públicas o privadas, constituye una denuncia cotidiana de las vejaciones,
las torturas y las persecuciones de que son objeto miles y miles de hombres y
mujeres culpables del grave delito de pensar por su cuenta, de extraer las
conclusiones lógicas y de obrar en constancia. Pero la desventaja de fuerzas
con relación a las máquinas dictatoriales del terror es demasiado grande, y si
en el terreno moral esos organismos logran avances que inquietan e incluso
exasperan a los Somoza, los Pinochet y los Videla, su acción debe ser reforzada
y enriquecida con nuevas iniciativas y modalidades, con un aflujo mucho mayor
de voluntades y de recursos. En ese sentido, la fundación de HÁBEAS tiene una
significación especial, que me lleva a participar plenamente en su patrocinio y
su combate, y a escribir estas líneas para los hombres libres de todo el mundo.
Complementariamente a la denuncia sistemática de las
violaciones de los derechos humanos que llevan a cabo las organizaciones
internacionales y nacionales ya citadas y sus homólogas, HÁBEAS se propone una
tarea más inmediatamente práctica. Claramente lo dice el documento informativo
que la presentó hace semanas: “Más que la denuncia de situaciones infames,
HÁBEAS tratará de activar la liberación efectiva de los prisioneros. Más que
poner en evidencia a los verdugos, procurará hasta donde le sea posible
clarificar la suerte de los desaparecidos y allanar a los exiliados los caminos
de regreso a su tierra”. Con un criterio obligatoriamente pragmático, que no
impide por supuesto la condena inequívoca que le merecen los regímenes
opresores, HÁBEAS quieren lograr una eficacia práctica más allá de las
denuncias y las reprobaciones, quiere que la infamia cese como resultado de una
acción capaz de mostrar a los verdugos que su ciega prepotencia los está
llevando a su propia pérdida. Claramente lo dice la declaración: “Los presos
políticos, los desaparecidos y los exiliados son frutos tenebrosos de los
regímenes de opresión. Pero su persistencia se ha convertido no sólo en una
desgracia para las víctimas y sus familias, sino también en un baldón y una
carga difícil para los propios gobiernos opresores. A partir de esa suposición,
HÁBEAS se propone ofrecer sus buenos oficios y concebir iniciativas útiles para
encontrar –sin perjuicios torpes- soluciones distintas y aceptable”.
Después de
muchos años de trabajo en este campo, no me sorprendería que esta declaración
provoque reacciones negativas en aquellos que –sobre todo desde los cafés y las
sobremesas- se muestran intransigentemente implacables con los regímenes de
terror. Personalmente pienso que los únicos que tienen derecho a esa
intransigencia total son los que enfrentan con armas en la mano o con una
resistencia de cualquier naturaleza en la que arriesgan sus vidas o libertades.
Los que, como en mi caso, cumplen a distancia una acción de carácter
intelectual o moral a fin de crear un repudio cada vez más universal de las dictaduras latinoamericanas,
no tiene derecho a poner en tela de juicio toda acción conducente a mejorar la situación
de los presos políticos, a esclarecer el destino de los desaparecidos y a
presionar sobre los regímenes opresores para que se aflojen las mallas de la
tortura y de la persecución. Así encarada la única posibilidad eficaz de hacer
algo a distancia por los pueblos que sufre, se comprenderá mejor lo que afirma
HÁBEAS: “En síntesis –y a diferencia de otras organizaciones igualmente
necesarias- nuestra labor tendrá un mayor interés inmediato en ayudar a los
oprimidos que en condenar a los opresores”. Sólo la fácil intransigencia del
que mira las cosas de lejos y en seguridad podría dejar de ver que aquí lo uno
pone de hecho lo otro, y que la ayuda a los oprimidos confirma y acentúa la
condenación de los opresores.
Por todo eso he
decidido sumarme a los firmantes del primer llamamiento de HÁBEAS a la
conciencia internacional, junto a hombres como Gabriel García Márquez, Ernesto
Cardenal, Juan Bosch, Michael Manley, Nicolás Guillén y otras personalidades
del campo político e intelectual en América Latina y del Caribe. Confío en
que no pase mucho tiempo sin que seamos legión,
y que dispongamos de las fuerzas morales y materiales capaces de influir
concretamente en la suerte de los perseguidos. Como lo dice el llamamiento de
HÁBEAS, ese esfuerzo “deberá traducirse
en una poderosa campaña de solidaridad
con los pueblos latinoamericanos que padecen la tiranía, la barbarie y la negación
de sus esenciales derechos humanos”. Quienes se sientan llamados a participar
en esta acción, sean o no latinoamericanos o caribeños, tendrán plena
oportunidad de hacerlo; los medios informativos proporcionaran a breve plazo
los datos necesarios. El llamamiento de HÁBEAS abre grandes las puertas a la
buena voluntad de todos los hombres honrados, y lo dice explícitamente: “Una
solidaridad de todos los que sienten vocación de la justicia y el respeto por
el decoro humano, unidos en un esfuerzo común por encima de banderas políticas,
creencias religiosas y militancias ideológicas”.
(1979)